2 diciembre, 2024

«La inocencia de la infancia durante la guerra» Mariama Sibide Sierra

LA INOCENCIA DE LA INFANCIA DURANTE LA GUERRA
Cuando la Segunda Guerra Mundial estalló, Ania tenía tan solo diez años. Era polaca y provenía de una familia judía, por lo que su vida tomó un giro de 180° cuando la Alemania nazi conquistó Polonia en 1939.
Al principio Ania no entendía nada, su vida fue empeorando poco a poco. Todo comenzó con la estrella de David, la cual su familia y todos los judíos fueron obligados a llevar prendida de la ropa para ser identificados, luego se les prohibió la entrada a algunos lugares públicos como el cine, restaurantes … También tenían un toque de queda, el cual no se podían saltar si no querían meterse el problemas, la cosa llegó a
tal punto que Ania se vio obligada a abandonar su escuela y empezar a asistir a una en que solo había judíos.
Ania se sentía profundamente triste, echaba de menos a sus antiguas amigas, también extrañaba ir al cine, comer en restaurantes los domingos con su familia e incluso la simpleza de poder pasear de la mano de su madre sin miedo a sobrepasar el toque de queda. Sus cariñosos padres la intentaban animar cuando la veían triste, pero Ania hacía tiempo que no veía a su madre sonreír, y su padre aunque intentara ser fuerte, no podía ocultar la profunda tristeza y amargura que reflejaban sus ojos azules como el cielo.
Por la noche, cuando se iba a dormir, a veces miraba al techo y se preguntaba si habían hecho algo mal. Si acaso este era algún tipo de castigo, porque en su cabeza no era posible que todo este tormento lo merecieran solo por ser judíos, luego le rogaba a Dios que perdonase a los judíos por lo que sea que hubiesen hecho mal y se quedaba dormida con los ojos todavía húmedos de las lágrimas.
Cuando la llevaron a ella y a su familia a los campos de concentración, la realidad de lo que estaba pasando la impactó y a pesar de su corta edad, Ania al fin entendió que ellos no habían hecho nada mal, que ninguna de las personas que habitaban los campos merecía estar ahí. Y en esos momentos Ania pensó que el mundo era un lugar horrible y cruel por estar separando a todos esas familias , por estar permitiendo que
tantas personas muriesen de hambre, por maltratar a los judíos de esa manera, sin siquiera considerarlos personas, las condiciones en los campos eran inhóspitas y parecía que a nadie le importaba lo que les pasase. A pesar de sus terribles circunstancias, su madre nunca perdió la esperanza y tampoco permitió que Ania la perdiera. Una noche cuando estaban acurrucadas por el frío, su madre le acarició la mejilla y le habló de un mundo muy parecido al que vivían, pero en el que todo el mundo era aceptado por ser quién era, la gente vivía en paz, y no había
odio lo bastante potente como para matar, cuando Ania le expresó su deseo de vivir en ese mundo su madre le respondió que era posible pero que para llegar a él ,tenían que ser fuertes y permanecer unidas pero sobre todo  no debía permitir que el odio y el rencor fuesen más fuertes que su voluntad por amar, como les pasaba a las personas que comenzaban las guerras.
Así que eso hizo Ania durante esos días, aferrarse al amor que sentía por su madre y su deseo de vivir y soñar despierta con ese mundo lleno de luz del que su madre le habló aquella noche. Tiempo más tarde Ania y su madre lograron ser liberadas, aunque su padre falleció y llevaron con ellas su memoria, pero consiguieron salir adelante y conseguir ver cómo el mundo se reconstruía y la paz volvía a establecerse después de la guerra.

MARIAMA  SIBIDE SIERRA   4ºESO-D